Entras al barrio chino de una ciudad europea que desconoces, te apetece tomar a gusto un ramen que es japonés, pero da igual, no hay un barrio japonés donde estás. Empiezas a fijarte en los carteles situados en la calle, mucho texto y precios similares. De pronto, abres la puerta de un restaurante casi por instinto, ves que está lleno, a reventar. Sin pensarlo, saludas al encargado preguntándole por una mesita, en diminutivo por si cuela. Bingo, solo queda una y es para ti, te sientas orgulloso en tu mesita.
En este momento estás pensando que has dado con el mejor ramen de la ciudad, que ha sido la mejor decisión del viaje entrar aquí. ¿Pero por qué sucede esto si todavía no te has quitado ni el abrigo? El Efecto Bandwagon actúa de nuevo.
El Efecto Bandwagon tiene que ver con la tendencia a aprobar la opinión de una multitud sin haber examinado los méritos que la avalan. Has visto que el restaurante rozaba el aforo completo y no has vacilado, te han dado la mesa y has pensado “the world is mine, soy el Al Pacino del ramen”. Pero reconócelo, si el mismo local hubiese estado vacío, hubieses continuado calle arriba.
Seguro que te suena de algo la frase popular “¿Y si tu amigo se tira por la ventana, tú también te tiras?“. Bien, el sentido común nos recomienda no tirarnos por la ventana si un amigo nuestro lo hace, pero el Efecto Bandwagon nos dice que quizás no sea tan mala idea si vemos que varios de nuestros amigos empiezan a tirarse uno detrás de otro.
La prueba social
Otra manera más sencilla de referirnos a Bandwagon es “social proof” o “prueba social”. Viene a describir lo mismo: cuanta más gente crea en algo, más personas se subirán al carro sin importar la evidencia subyacente. Y esto afecta tanto a decisiones triviales como la elección de una película de Netflix, como a decisiones más serias como apoyar teorías conspiranoicas o votar a gobiernos antidemocráticos.
El Efecto Bandwagon es un sesgo cognitivo y en el mundo de los negocios, cómo no, no iban a no aprovecharse de ello. Los de Marketing se han inventado el concepto de “Neuromarketing”, suena de “pandereta” pero lo cierto es que se están llevando a cabo experimentos de hábitos de consumo con un rigor científico espectacular, pero esto otro día. Te comparto algunos ejemplos de social proof desde un punto de vista más marketiniano:
- Tu prima Encarna abre una nueva peluquería y os pide por el grupo de la familia si, por favor, podéis escribir una reseña positiva en Google.
- Los programas de televisión y sitcoms utilizan risas enlatadas con esta misma finalidad.
- Los músicos callejeros ponen algunas monedas en su tarro de propinas antes de empezar a tocar.
Esto también es Social Proof:
La asimetría de información y la supervivencia
La asimetría de información hace referencia a la brecha de conocimiento que existe entre una persona y otra respecto a un tema específico.
Es fácil que un turista caiga en la trampa de comerse una paella valenciana no valenciana, o incluso congelada, pero seguro que eso a ti no te pasa. Entre el turista y tú existe una asimetría de información muy marcada respecto al tema paellas.
El Efecto Bandwagon es naturalmente más bueno que malo. La gente imita para achicar su incertidumbre, para disponer de información más rica y simétrica respecto a sus pares. Bandwagon habrá sido un éxito en el momento en el que el turista pregunte a una pareja de locales sobre un sitio bueno de paellas valencianas.
Lo cierto es que los animales no están exentos de la asimetría de información y el Efecto Bandwagon. Basta con ver cómo una manada de Ñus se dispersa al completo en el mismo momento en el que el depredador entra en el campo de visión de un miembro de la manada. Bandwagon es supervivencia.
Millones de moscas saben lo que hacen
Haciendo esta edición he descubierto un dicho popular que me ha hecho bastante gracia: “comamos mierda, millones de moscas no puede estar equivocadas”. ¿Lo conocías? Creo que ilustra muy bien como el Efecto Bandwagon puede ser a veces un arma de doble filo.
Espero que te haya gustado, ¡hasta la próxima!